Simón Rodríguez.
Primeramente
antes que nada déjeme decirle que son tan limitados los contenidos y los
conocimientos acerca de Simón Rodríguez, que cuando escuchamos hablar de él lo
primero que decimos "fue el maestro del libertador", porque es lo
único que conocemos de la vida de este gran hombre. Quizás nos imaginamos que
toda su vida estuvo dedicada a la enseñanza de Bolívar o que pasó su vida
enseñando como un simple maestro. Pero no fue así. Rodríguez pasó su vida
enseñando luchando por cambiar el sistema educativo de Venezuela y América, que
estaba aún bajo los vicios y mentalidad colonial, aunque ya vivíamos en una
América libre. Aunque no pudo cambiar las cosas, sus ideas y pensamientos son
de nuestro tiempo porque fue pronunciada con una carga de porvenir que solo
podía nacer de un profundo conocimiento de las necesidades de su tiempo. Ahora
cuando la educación se debate en una profunda crisis, debemos volver los ojos a
Rodríguez y retomar su pensamiento y aplicar los cambios necesarios.
Simón
Rodríguez nació en Caracas el 28 de octubre de 1769. Pedagogo, pensador
filosófico, escritor de densas obras de contenido histórico y sociológico, y
conocedor a fondo de la sociedad hispanoamericana. Fue maestro y mentor del
Libertador Simón Bolívar.
Hijo
expósito de doña Rosalía Rodríguez, la humillación por ser niño expósito tuvo
que soportarla integra de niño, de adolescente y de joven. Muy tierno recibió
la protección y cuidados del sacerdote Rodríguez, hermano de su madre Rosalía.
Instruido inicialmente en una escuela de la ciudad, obtuvo del Municipio de
Caracas el título de Maestro de Primaria, a los veinte años. Casi enseguida
impartió clases al niño Simón Bolívar, enseñándole los principios de las
lenguas española y latina, aritmética e historia. Llegó a tener bajo su
pupilaje a un grupo de niños que, para finales del año 1793, ascendía a 114.
En
junio del 1793 se casa con María de los Santos Ronco.
En
1794, presenta al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la
escuela de primeras letras de Caracas y el medio de lograr su reforma por un
nuevo establecimiento. Se trata de un planteamiento crítico de la enseñanza
colonial. En 1795, cuando el niño Bolívar se fuga de la casa de su tutor, es
enviado a vivir en la casa de su maestro Simón Rodríguez, bajo la tutoría de
éste.
En
1797, a raíz de ser abortada la tentativa revolucionaria de Gual, España y
Picornell, el maestro toma la determinación de salir al extranjero. Llega a
Kingston (Jamaica), donde residirá algún tiempo y cambiará su nombre por el de
Samuel Robinson. Luego viaja a los Estados Unidos, vive en Baltimore como
cajista de imprenta, hasta finales de 1800, y en abril de 1801 se traslada a
Francia. Desembarca en Bayona y pasa a París, donde se residencia. Traduce al
español la novela Átala, de Chateaubriand. Son los años del ascenso vertiginoso
de la estrella de Napoleón Bonaparte. Coincidencialmente, Bolívar, ya viudo,
llega a París en 1804. Maestro y alumno se reúnen a poco en Vienay van a
madurar entre los dos una sólida y bella amistad. Rodríguez participa de manera
decisiva en el nuevo rumbo de Bolívar: el compromiso para siempre con el
destino de su patria.
La
influencia sobre Bolívar
Juntos
parten en marzo de 1805, a un viaje que los lleva a Lyón y Chambery para luego
atravesar los Alpes y entrar en Italia: Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia y
Florencia. En Milán presencian la nueva coronación de Napoleón, esta vez como
rey de Italia. El 15 de agosto de ese mismo año, suben al Monte Sacro, en Roma,
y Rodríguez recoge para la posteridad el juramento que allí su discípulo hace:
"Juro
delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi
honor; y juro por mi patria; que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi
alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder
español".
Luego
de una breve visita, de Bolívar a Nápoles, retornan a París hacia fines de año.
Poco tiempo después se separan y, en 1806, inicia Simón Rodríguez un largo
peregrinar por Europa, viviendo en Italia, Alemania, Prusia, Polonia y Rusia,
donde se dedicó por varios años a la docencia. En 1823, en Londres se encuentra
con Andrés Bello y ese mismo año emprende su viaje de retorno a América.
Desembarca en Cartagena de Indias, y retoma su nombre de Simón Rodríguez. En
Bogotá, en 1824, realiza la primera fundación de una escuela-taller.
Visita
Panamá, Guayaquil y otros lugares. Al año se reúne en Lima con el Libertador.
Antes, a su paso por Ecuador deja varias obras; en Latacunga, dicta clases de
Agricultura y Botánica en el Colegio Nacional; en Quito presenta al Gobierno un
Plan de colonización para el Oriente del Ecuador, y en Ibarra, funda una
"Sociedad de Socorros Mutuos".
Bolívar
lo incorpora al grupo de sus colaboradores directos. A mediados de abril, parte
con Bolívar hacia varias ciudades de Perú y pasa por Bolivia. En noviembre de
ese mismo año, Bolívar lo nombra "Director de Enseñanza Pública, Ciencias
Físicas, Matemáticas y de Artes y Director General de Minas, Agricultura y
Caminos Públicos de la República Boliviana".
En
enero de 1826, Bolívar regresa a Lima y Rodríguez se queda en Bolivia; no
volverán a verse jamás. En ese mismo año, funda la segunda escuela-taller, esta
vez con proyecciones para toda Bolivia, desde Chuquisaca.
Marcha
en 1828 para Arequipa, donde publica el prodromote la obra Sociedades
Americanas en 1828. En esta obra insiste en la necesidad de buscar soluciones
propias para los problemas de Hispanoamérica, concepto que sintetiza en una
frase: "La América Española es Orijinal i ORIJINALES han de ser sus
instituciones i su gobierno i ORIJINALES
sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos".
En
1830, aparece su libro “El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros
de armas”, defendidos por un amigo de la causa social, un vibrante alegato a
favor de Bolívar. En septiembre de ese año, circula su ensayo científico
“Observaciones sobre el terreno de Vincocaya”.
En
1831, Simón Rodríguez contrae segundas nupcias con Manuela Gómez, en Perú.
Desde Lima acepta la dirección de una escuela y publica su libro Luces y
Virtudes Sociales, donde afirma su concepto de la escuela primaria
puntualizando la diferencia entre instruir y educar. Seguidamente, se edita en
la misma ciudad el Informe sobre Concepción después del Terremoto de febrero de
1835. Rodríguez se encuentra por segunda vez con Andrés Bello, ahora en
Santiago de Chile, y reedita en Valparaíso, Luces y Virtudes Sociales (1838).
Publica varios artículos en El Mercurio.
En
1842, reedita su obra Sociedades Americanas en 1828, emprende viaje a Ecuador
en 1843 y a su paso por el puerto de Paita (Perú), se entrevista con Manuela
Sáenz.
Años
más tarde, publica en El Neogranadino, periódico de Bogotá, su Extracto sucinto
de mi obra sobre la Educación Republicana. En 1850, vuelve a Latacunga y, en
1851, entrega al Colegio de San Vicente sus Consejos de amigo dados al Colegio
de Latacunga.
En
los años finales de su vida, Simón Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá
buena parte de su obra a causa de un incendio que devastó a buena parte de la
ciudad. En 1853, emprende un nuevo viaje al Perú, acompañado por su hijo José y
su amigo Camilo Gómez, quien lo asistirá en el momento de su muerte, ocurrida
en el pueblo de Amotape el 17 de julio de 1853. Setenta años después, sus
restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al
siglo justo de su fallecimiento, fueron devueltos a Caracas, ciudad natal,
donde reposan en el Panteón Nacional.
IDEAS
Y PENSAMIENTOS DE SIMÓN RODRÍGUEZ
Rodríguez quería que la educación,
en Venezuela y América, se impartiera con calidad, en torno al desarrollo
personal de los individuos, su capacidad de comprender y analizar la sociedad
en la que viven, su desarrollo humano y personal en el contexto del desarrollo
social y comunitario inspirado en principios y valores como la igualdad, la
equidad, libertad, emancipación social y humana. Una educación que permita a
cada uno desarrollar a plenitud sus talentos y construirse como persona y
ciudadano solidario y productivo. Que le enseñe a ser, a convivir, a aprender y
a trabajar. En fin, una educación que le enseñe a cada individuo crecer y
desarrollarse como persona y a preocuparse por su entorno social, que le enseñe
los valores y principios de su sociedad. Formar individuos que enfrenten al
mundo valiéndose de sus destrezas y habilidades. Formar personas pensantes que
no se valgan solo de la memoria y por ultimo que se les enseñe a trabajar y a
valorar su trabajo. Y con estas bases se contrita una genuina Educación de
Calidad.
Bases
para una Educación de Calidad.
1.- Educación para formar personas y
auténticos ciudadanos.
2.- Educación que enseñe
a aprender
3.- Educación
que enseñe a trabajar y a valorar el trabajo y al trabajador.
1.-
Esta primera dimensión está orientada a formar y educar para formar persona y
auténticos ciudadanos, con una educación en los valores de la convivencia,
Rodríguez estaba convencido de que
era urgente emprender un proyecto educativo diferente que, pues bajo retórica e
principios y proclamas, seguía intacta la vieja estructura de servidumbre. La
independencia no había desmantelado el viejo orden colonial, para ser eficaz
este proyecto educativo tenía que ser propio, original, hecho en la propia
entraña americana.
El fin primordial de la educación es
formar ciudadanos y es por eso que todos deben tener acceso a ella, ya que,
como decía Rodríguez “sin educación popular no habrá verdadera sociedad…”. Esta
educación debe estar vinculada a la solidaridad que se expresa en las múltiples
y pequeñas dimensiones del vivir y convivir diario.
Para tener personas y auténticos
ciudadanos, debemos superar la pobreza y profundizar la democracia, y esto
requiere de un proceso simultáneo.
La democracia se puede construir
dependiendo de nuestra actitud, de nuestra voluntad, de nuestra voluntad de
cooperación, de nuestro respeto, de nuestra responsabilidad, de nuestra
solidaridad. Podemos hacer una escuela y una universidad diferente, de
docentes, de administrativos, de representantes y comunidad que tengan en su
horizonte los intereses de la mayoría y la construcción y vivencia de la
genuina democracia.
2.-
La segunda dimensión de una educación de calidad es ENSEÑAR A APRENDER.
Educar no es transmitir paquetes de
información para que los alumnos memoricen, sino provocar las ganas e aprender,
hacer que los alumnos sientan interés de aprender y que sean capaces de
comprender analizar la información que
necesitan. De nada sirve llenarlos de informaciones inútiles que no vayan a se
capaces de comprender y que solo les sirva para memorizar, ya que no queremos
convertirlos en máquinas memorizadotas de conceptos, términos y palabras que
con frecuencia ni siquiera entienden, sino convertirlos en seres que tengan la
capacidad y la habilidad de buscar, comprender y analizar la información y la
puedan devolver en forma personal y coherente. Esto supone desarrollo de las
destrezas básicas: lectura, escritura, expresión oral, escucha, informática,
observación, estimación, cálculo, pensamiento, ubicación en el espacio y en el
tiempo, es decir destrezas lingüísticas, matemáticas, tecnológicas y
científicas, tales destrezas los ayudaran a aprender dentro y fuera del sistema
educativo.
3.-
La EDUCACIÓN QUE ENSEÑE TRABAJAR Y A VALORAR EL TRABAJO Y AL TRABAJADOR, era la
tercera dimensión que con mayor esfuerzo quería impulsar Rodríguez y quizás la
que le trajo más problemas y dificultades, por parte de la sociedad, ya que no
estaban dispuestos a enviar a sus hijos a escuelas donde se le ponía a
trabajar, de ahí gran parte de los fracasos de Rodríguez, que nunca renunció a
su propuesta educativa, de unir la instrucción académica con el aprendizaje de
oficios mecánicos y agrícolas, es decir la creación de escuelas-talleres. Toda
su vida fue promotor de unir la escuela y el trabajo. Por ello cuando regresa a
América en 1823, establece una escuela en Bogotá (Colombia) donde los
estudiantes además de formarse intelectualmente y aprender a vivir en sociedad,
debían aprender un oficio mecánico, pero la aristocracia de la capital
neogranadina no estaba preparada para aceptar las ideas sobre la educación que
busca introducir al trabajo. Escandaloso le debió resultar el nombre de “Casa
de Industria Pública”, en vez de escuela o colegio. Así el proyecto fracasa,
como también el que emprendió en Chiquisaca años más tarde.
Rodríguez insistió con renovada
pasión en la necesidad de una educación práctica, útil, que remedie necesidades
concretas, en conclusión una educación de calidad.
Algunas
sentencias del ideario de Simón Rodríguez.
«El
hombre no es ignorante porque es pobre, sino lo contrario»
«Instruir
no es educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación,
aunque instruyendo se eduque»
«No
hay interés donde no se entrevé el fin de la acción. Lo que no se hace sentir
no se entiende, y lo que no se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la
atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros
sobresalen en las tres»
«El
título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña
a aprender; no al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al
que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras
instrucciones, sigue enseñado virtualmente todo lo que se aprende después,
porque enseñó a aprender»
«No
hay oveja que busque al pastor, ni muchacho que busque a maestro»
«Enseñen
los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el por qué de lo que se les
mande hacer; se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los
limitados, no a la costumbre como los estúpidos»
«La
ignorancia es la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros;
y esto es inevitable, porque la moniciencia no cabe en un hombre: puede caber,
hasta cierto punto, en una sociedad 9por el más y el menos se distingue una de
otra). No es culpable un hombre porque ignora - poco es lo que puede saber -,
pero lo será si se encarga de hacer lo que no sabe.»
«Acostúmbrese
al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agradecido,
consecuente, generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar la
reputación y a cumplir con lo que promete. Y déjense las habilidades a su
cargo; él sabrá buscarse maestros, cuando joven.
«Sólo
la educación impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las que
llamamos hábitos.»
«Enseñen,
y tendrán quien sepa;'eduquen, y tendrán quien haga.»
«Toca
a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan
apreciar el valor de las cosas.»
«Al
que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra».
«Enseñar
es hacer comprender; es emplear el entendimiento; no hacer trabajar la memoria»
«El
maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su
oficio es formar hombres para la sociedad»
«Nadie
hace bien lo que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente
ignorante, sea cual fuere el plan que se adopte.»
¿Por qué Simón Rodríguez no volvió
nunca a Venezuela?
El
Presidente, general Carlos Soublette, uno de cuyos ministros era el general
Rafael Urdaneta - ambos figuras centrales de la guerra de independencia - le
invitó al maestro a retornar a la patria. El propio Rodríguez se lo cuenta a su
amigo, el obispo Pedro Antonio torres: « Una respuesta que me dan de la Nueva
granada, es una orden del gobierno de Venezuela para que me envíen a mi tierra.
Yo no voy allá. Tanto se acuerda el Presidente de mí, como Su Santidad de
usted. » No sólo se niega a viajar, sino que teme le fuercen a ello: « Siempre
hay que felicitarme: sólo tendrá usted que borrar Caracas y poner Bogotá;
porque somos mortales, y hallando las monjas entre los papeles de usted enhorabuena
para Venezuela, puede que se presenten al obispo y me hagan seguir mi derrota
con costas, costos, daños y perjuicios. Los tiempos no están para andarse por
las ramas. ¡Dios nos libre de la justicia humana! ». ¿Volver a Caracas, viejo,
aparentemente derrotado por las circunstancias, sin saber a qué iría, y con el
mal recuerdo por el rechazo de sus ideas en 1794, y el fracaso de la revolución
de Picornell en que anduvo comprometido? Regresar no es avanzar. ¿Y a una
Venezuela sin Bolívar?