miércoles, 18 de abril de 2012



Simón Rodríguez.

Primeramente antes que nada déjeme decirle que son tan limitados los contenidos y los conocimientos acerca de Simón Rodríguez, que  cuando escuchamos hablar de él lo primero que decimos "fue el maestro del libertador", porque es lo único que conocemos de la vida de este gran hombre. Quizás nos imaginamos que toda su vida estuvo dedicada a la enseñanza de Bolívar o que pasó su vida enseñando como un simple maestro. Pero no fue así. Rodríguez pasó su vida enseñando luchando por cambiar el sistema educativo de Venezuela y América, que estaba aún bajo los vicios y mentalidad colonial, aunque ya vivíamos en una América libre. Aunque no pudo cambiar las cosas, sus ideas y pensamientos son de nuestro tiempo porque fue pronunciada con una carga de porvenir que solo podía nacer de un profundo conocimiento de las necesidades de su tiempo. Ahora cuando la educación se debate en una profunda crisis, debemos volver los ojos a Rodríguez y retomar su pensamiento y aplicar los cambios necesarios.
Simón Rodríguez nació en Caracas el 28 de octubre de 1769. Pedagogo, pensador filosófico, escritor de densas obras de contenido histórico y sociológico, y conocedor a fondo de la sociedad hispanoamericana. Fue maestro y mentor del Libertador Simón Bolívar.
Hijo expósito de doña Rosalía Rodríguez, la humillación por ser niño expósito tuvo que soportarla integra de niño, de adolescente y de joven. Muy tierno recibió la protección y cuidados del sacerdote Rodríguez, hermano de su madre Rosalía. Instruido inicialmente en una escuela de la ciudad, obtuvo del Municipio de Caracas el título de Maestro de Primaria, a los veinte años. Casi enseguida impartió clases al niño Simón Bolívar, enseñándole los principios de las lenguas española y latina, aritmética e historia. Llegó a tener bajo su pupilaje a un grupo de niños que, para finales del año 1793, ascendía a 114.
En junio del 1793 se casa con María de los Santos Ronco.
En 1794, presenta al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas y el medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Se trata de un planteamiento crítico de la enseñanza colonial. En 1795, cuando el niño Bolívar se fuga de la casa de su tutor, es enviado a vivir en la casa de su maestro Simón Rodríguez, bajo la tutoría de éste.
En 1797, a raíz de ser abortada la tentativa revolucionaria de Gual, España y Picornell, el maestro toma la determinación de salir al extranjero. Llega a Kingston (Jamaica), donde residirá algún tiempo y cambiará su nombre por el de Samuel Robinson. Luego viaja a los Estados Unidos, vive en Baltimore como cajista de imprenta, hasta finales de 1800, y en abril de 1801 se traslada a Francia. Desembarca en Bayona y pasa a París, donde se residencia. Traduce al español la novela Átala, de Chateaubriand. Son los años del ascenso vertiginoso de la estrella de Napoleón Bonaparte. Coincidencialmente, Bolívar, ya viudo, llega a París en 1804. Maestro y alumno se reúnen a poco en Vienay van a madurar entre los dos una sólida y bella amistad. Rodríguez participa de manera decisiva en el nuevo rumbo de Bolívar: el compromiso para siempre con el destino de su patria.
La influencia sobre Bolívar
Juntos parten en marzo de 1805, a un viaje que los lleva a Lyón y Chambery para luego atravesar los Alpes y entrar en Italia: Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia y Florencia. En Milán presencian la nueva coronación de Napoleón, esta vez como rey de Italia. El 15 de agosto de ese mismo año, suben al Monte Sacro, en Roma, y Rodríguez recoge para la posteridad el juramento que allí su discípulo hace:
"Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor; y juro por mi patria; que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
Luego de una breve visita, de Bolívar a Nápoles, retornan a París hacia fines de año. Poco tiempo después se separan y, en 1806, inicia Simón Rodríguez un largo peregrinar por Europa, viviendo en Italia, Alemania, Prusia, Polonia y Rusia, donde se dedicó por varios años a la docencia. En 1823, en Londres se encuentra con Andrés Bello y ese mismo año emprende su viaje de retorno a América. Desembarca en Cartagena de Indias, y retoma su nombre de Simón Rodríguez. En Bogotá, en 1824, realiza la primera fundación de una escuela-taller.
Visita Panamá, Guayaquil y otros lugares. Al año se reúne en Lima con el Libertador. Antes, a su paso por Ecuador deja varias obras; en Latacunga, dicta clases de Agricultura y Botánica en el Colegio Nacional; en Quito presenta al Gobierno un Plan de colonización para el Oriente del Ecuador, y en Ibarra, funda una "Sociedad de Socorros Mutuos".
Bolívar lo incorpora al grupo de sus colaboradores directos. A mediados de abril, parte con Bolívar hacia varias ciudades de Perú y pasa por Bolivia. En noviembre de ese mismo año, Bolívar lo nombra "Director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y Director General de Minas, Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana".
En enero de 1826, Bolívar regresa a Lima y Rodríguez se queda en Bolivia; no volverán a verse jamás. En ese mismo año, funda la segunda escuela-taller, esta vez con proyecciones para toda Bolivia, desde Chuquisaca.
Marcha en 1828 para Arequipa, donde publica el prodromote la obra Sociedades Americanas en 1828. En esta obra insiste en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, concepto que sintetiza en una frase: "La América Española es Orijinal i ORIJINALES han de ser sus instituciones i su gobierno  i ORIJINALES sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos".
En 1830, aparece su libro “El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas”, defendidos por un amigo de la causa social, un vibrante alegato a favor de Bolívar. En septiembre de ese año, circula su ensayo científico “Observaciones sobre el terreno de Vincocaya”.
En 1831, Simón Rodríguez contrae segundas nupcias con Manuela Gómez, en Perú. Desde Lima acepta la dirección de una escuela y publica su libro Luces y Virtudes Sociales, donde afirma su concepto de la escuela primaria puntualizando la diferencia entre instruir y educar. Seguidamente, se edita en la misma ciudad el Informe sobre Concepción después del Terremoto de febrero de 1835. Rodríguez se encuentra por segunda vez con Andrés Bello, ahora en Santiago de Chile, y reedita en Valparaíso, Luces y Virtudes Sociales (1838). Publica varios artículos en El Mercurio.
En 1842, reedita su obra Sociedades Americanas en 1828, emprende viaje a Ecuador en 1843 y a su paso por el puerto de Paita (Perú), se entrevista con Manuela Sáenz.
Años más tarde, publica en El Neogranadino, periódico de Bogotá, su Extracto sucinto de mi obra sobre la Educación Republicana. En 1850, vuelve a Latacunga y, en 1851, entrega al Colegio de San Vicente sus Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga.
En los años finales de su vida, Simón Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá buena parte de su obra a causa de un incendio que devastó a buena parte de la ciudad. En 1853, emprende un nuevo viaje al Perú, acompañado por su hijo José y su amigo Camilo Gómez, quien lo asistirá en el momento de su muerte, ocurrida en el pueblo de Amotape el 17 de julio de 1853. Setenta años después, sus restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al siglo justo de su fallecimiento, fueron devueltos a Caracas, ciudad natal, donde reposan en el Panteón Nacional.

IDEAS Y PENSAMIENTOS DE SIMÓN RODRÍGUEZ
            Rodríguez quería que la educación, en Venezuela y América, se impartiera con calidad, en torno al desarrollo personal de los individuos, su capacidad de comprender y analizar la sociedad en la que viven, su desarrollo humano y personal en el contexto del desarrollo social y comunitario inspirado en principios y valores como la igualdad, la equidad, libertad, emancipación social y humana. Una educación que permita a cada uno desarrollar a plenitud sus talentos y construirse como persona y ciudadano solidario y productivo. Que le enseñe a ser, a convivir, a aprender y a trabajar. En fin, una educación que le enseñe a cada individuo crecer y desarrollarse como persona y a preocuparse por su entorno social, que le enseñe los valores y principios de su sociedad. Formar individuos que enfrenten al mundo valiéndose de sus destrezas y habilidades. Formar personas pensantes que no se valgan solo de la memoria y por ultimo que se les enseñe a trabajar y a valorar su trabajo. Y con estas bases se contrita una genuina Educación de Calidad.
Bases para una Educación de Calidad.
            1.- Educación para formar personas y auténticos ciudadanos.
                        2.- Educación que enseñe a aprender
                                   3.- Educación que enseñe a trabajar y a valorar el trabajo y al trabajador.
1.- Esta primera dimensión está orientada a formar y educar para formar persona y auténticos ciudadanos, con una educación en los valores de la convivencia,
            Rodríguez estaba convencido de que era urgente emprender un proyecto educativo diferente que, pues bajo retórica e principios y proclamas, seguía intacta la vieja estructura de servidumbre. La independencia no había desmantelado el viejo orden colonial, para ser eficaz este proyecto educativo tenía que ser propio, original, hecho en la propia entraña americana.
            El fin primordial de la educación es formar ciudadanos y es por eso que todos deben tener acceso a ella, ya que, como decía Rodríguez “sin educación popular no habrá verdadera sociedad…”. Esta educación debe estar vinculada a la solidaridad que se expresa en las múltiples y pequeñas dimensiones del vivir y convivir diario.
            Para tener personas y auténticos ciudadanos, debemos superar la pobreza y profundizar la democracia, y esto requiere de un proceso simultáneo.
            La democracia se puede construir dependiendo de nuestra actitud, de nuestra voluntad, de nuestra voluntad de cooperación, de nuestro respeto, de nuestra responsabilidad, de nuestra solidaridad. Podemos hacer una escuela y una universidad diferente, de docentes, de administrativos, de representantes y comunidad que tengan en su horizonte los intereses de la mayoría y la construcción y vivencia de la genuina democracia.
2.- La segunda dimensión de una educación de calidad es ENSEÑAR A APRENDER.
            Educar no es transmitir paquetes de información para que los alumnos memoricen, sino provocar las ganas e aprender, hacer que los alumnos sientan interés de aprender y que sean capaces de comprender  analizar la información que necesitan. De nada sirve llenarlos de informaciones inútiles que no vayan a se capaces de comprender y que solo les sirva para memorizar, ya que no queremos convertirlos en máquinas memorizadotas de conceptos, términos y palabras que con frecuencia ni siquiera entienden, sino convertirlos en seres que tengan la capacidad y la habilidad de buscar, comprender y analizar la información y la puedan devolver en forma personal y coherente. Esto supone desarrollo de las destrezas básicas: lectura, escritura, expresión oral, escucha, informática, observación, estimación, cálculo, pensamiento, ubicación en el espacio y en el tiempo, es decir destrezas lingüísticas, matemáticas, tecnológicas y científicas, tales destrezas los ayudaran a aprender dentro y fuera del sistema educativo.
3.- La EDUCACIÓN QUE ENSEÑE TRABAJAR Y A VALORAR EL TRABAJO Y AL TRABAJADOR, era la tercera dimensión que con mayor esfuerzo quería impulsar Rodríguez y quizás la que le trajo más problemas y dificultades, por parte de la sociedad, ya que no estaban dispuestos a enviar a sus hijos a escuelas donde se le ponía a trabajar, de ahí gran parte de los fracasos de Rodríguez, que nunca renunció a su propuesta educativa, de unir la instrucción académica con el aprendizaje de oficios mecánicos y agrícolas, es decir la creación de escuelas-talleres. Toda su vida fue promotor de unir la escuela y el trabajo. Por ello cuando regresa a América en 1823, establece una escuela en Bogotá (Colombia) donde los estudiantes además de formarse intelectualmente y aprender a vivir en sociedad, debían aprender un oficio mecánico, pero la aristocracia de la capital neogranadina no estaba preparada para aceptar las ideas sobre la educación que busca introducir al trabajo. Escandaloso le debió resultar el nombre de “Casa de Industria Pública”, en vez de escuela o colegio. Así el proyecto fracasa, como también el que emprendió en Chiquisaca años más tarde.
            Rodríguez insistió con renovada pasión en la necesidad de una educación práctica, útil, que remedie necesidades concretas, en conclusión una educación de calidad.

Algunas sentencias del ideario de Simón Rodríguez.
«El hombre no es ignorante porque es pobre, sino lo contrario»
«Instruir no es educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque»
«No hay interés donde no se entrevé el fin de la acción. Lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros sobresalen en las tres»
«El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñado virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender»
«No hay oveja que busque al pastor, ni muchacho que busque a maestro»
«Enseñen los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el por qué de lo que se les mande hacer; se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los limitados, no a la costumbre como los estúpidos»
«La ignorancia es la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros; y esto es inevitable, porque la moniciencia no cabe en un hombre: puede caber, hasta cierto punto, en una sociedad 9por el más y el menos se distingue una de otra). No es culpable un hombre porque ignora - poco es lo que puede saber -, pero lo será si se encarga de hacer lo que no sabe.»
«Acostúmbrese al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agradecido, consecuente, generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar la reputación y a cumplir con lo que promete. Y déjense las habilidades a su cargo; él sabrá buscarse maestros, cuando joven.
«Sólo la educación impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las que llamamos hábitos.»
«Enseñen, y tendrán quien sepa;'eduquen, y tendrán quien haga.»
«Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el valor de las cosas.»
«Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra».
«Enseñar es hacer comprender; es emplear el entendimiento; no hacer trabajar la memoria»
«El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad»
«Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuere el plan que se adopte.»


¿Por qué Simón Rodríguez no volvió nunca a Venezuela?

El Presidente, general Carlos Soublette, uno de cuyos ministros era el general Rafael Urdaneta - ambos figuras centrales de la guerra de independencia - le invitó al maestro a retornar a la patria. El propio Rodríguez se lo cuenta a su amigo, el obispo Pedro Antonio torres: « Una respuesta que me dan de la Nueva granada, es una orden del gobierno de Venezuela para que me envíen a mi tierra. Yo no voy allá. Tanto se acuerda el Presidente de mí, como Su Santidad de usted. » No sólo se niega a viajar, sino que teme le fuercen a ello: « Siempre hay que felicitarme: sólo tendrá usted que borrar Caracas y poner Bogotá; porque somos mortales, y hallando las monjas entre los papeles de usted enhorabuena para Venezuela, puede que se presenten al obispo y me hagan seguir mi derrota con costas, costos, daños y perjuicios. Los tiempos no están para andarse por las ramas. ¡Dios nos libre de la justicia humana! ». ¿Volver a Caracas, viejo, aparentemente derrotado por las circunstancias, sin saber a qué iría, y con el mal recuerdo por el rechazo de sus ideas en 1794, y el fracaso de la revolución de Picornell en que anduvo comprometido? Regresar no es avanzar. ¿Y a una Venezuela sin Bolívar?

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